Por Joan Parés Grahit
Joan Parés Grahit, médico nacido en Barcelona y jubilado en 2010. Licenciado en Medicina en 1974 por la Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en Aparato Respiratorio por la misma universidad en 1978.
En cuanto al cannabis medicinal, desde 2008 es colaborador en la atención terapéutica a los socios del Club Social Cannábico La Maca de Barcelona. De 2010 a 2015 fue médico voluntario del Equipo de Servicio Terapéutico de la CatFAC (Federación de Asociaciones Cannábicas de Cataluña). Es miembro fundador, desde octubre de 2015, del Observatorio Español de Cannabis Medicinal. Durante estos últimos años ha participado en charlas y conferencias a asociaciones interesadas en el uso tanto recreativo como medicinal del cannabis.
Tengo 70 años, he ejercido de médico y, ya jubilado, he dedicado parte de mi tiempo como voluntario para asesorar a personas que querían probar la marihuana, o cannabis, como medicamento para sus dolencias, así como a usuarios no medicinales que deseaban consultar sus hábitos de consumo con un médico.
Lo he hecho colaborando con la CatFAC (una Federación de clubes cannábicos de Cataluña) a través de la cual he podido charlar con unas 700 personas que deseaban consultar con un profesional de la salud que les informara y orientase. A estas personas se les citaba a una entrevista de una hora de duración, realizada por mí y por una colaboradora competente en este tema y muy competente en empatizar con personas necesitadas de ser escuchadas y atendidas con afecto. Esto ha durado unos 5 años, durante los cuales hemos realizado más de 500 encuestas personales que actualmente estamos procesando para obtener datos estadísticos. Se desaconsejó el uso medicinal de la planta a más de 120 personas.
Quien venía a consultar aportaba documentos fiables sobre su historial clínico y especialmente sobre los medicamentos que utilizaba. Estas personas querían ser informadas para saber si el cannabis les podía ser útil. Muchas de ellas manifestaron su agradecimiento por poder hablar con un médico "normal" de un tema difícil de hablar con su médico habitual o incluso con su familia y amigos. Confieso que he sentido vergüenza ajena cuando me han contado cómo reaccionaban algunos colegas al oír que el paciente manifestara querer probar o haber probado la marihuana. Uno, muy distinguido, al oírlo se levantó de su silla y exclamó: "¡Aquí no se recetan drogas ilegales! ¡Váyanse!" Otros no desaconsejaban el uso pero levantaban sus hombros cuando el paciente les preguntaba: ¿Hay contra-indicaciones? ¿Dónde la puedo comprar? ¿Qué cantidad? ¿Cómo se puede consumir? ¿Afectará a los medicamentos que estoy tomando? ¿Puedo tener problemas con la policía? ... También debo decir que he conocido algunos médicos interesados en la terapia cannábica, incluso uno preparó una sesión informativa con unos 20-25 médicos y enfermeras de un CAP (Centro de Atención Primaria de la Seguridad Social) y unos pocos que usan fitocannabinoides como medicina.
Al finalizar la entrevista, si resultaba procedente, se expedía un certificado médico de consumidor de cannabis por motivos médicos, que avalaba el ingreso en un club de la federación con vocación de atender a enfermos y que dispusiera de personas expertas y de variedades o subproductos del cannabis adecuadas. Estos certificados ocasionalmente han servido para justificar la posesión de marihuana ante las autoridades.
Cuando empecé esta labor estaba motivado muy especialmente por el hecho de haber vivido cómo una persona muy cercana se benefició claramente y sin problemas del uso de marihuana en su tratamiento con quimioterapia. En aquel momento desconocía la existencia del Sistema Endocannabinoide (SE). Es un descubrimiento de finales del siglo pasado.
Esta ignorancia mía y de parte de la comunidad científica, especialmente entre los profesionales de la salud, ya no tiene excusa. Hay páginas web de referencia donde aprender con información científicamente fiable, por ejemplo, la presente web de Fundación Canna, la del Observatorio Español de Cannabis Medicinal: oedcm.com y la de la Asociación Internacional de Cannabis Medicinal (IACM) www.cannabis-med.org.
El mencionado SE está presente en todos los animales incluida la especie humana. No se le puede ignorar, es un sistema modulador del metabolismo celular. Conocerlo enriquece la cultura exigible a un profesional de la salud actual y le permite optimizar su arsenal farmacológico para tratar múltiples patologías. Los fitocannabinoides presentes en la marihuana o Cannabis sativa pueden ser útiles, si no existen contra-indicaciones, para el tratamiento del dolor crónico, para paliar algunos espasmos y temblores, para inhibir náuseas y vómitos en pacientes tratados con quimioterapia, contra el insomnio, para evitar la inflamación intestinal... y se sigue investigando porque en estudios de laboratorio se han abierto muchas expectativas, pero debido al estigma y mala fama de esta planta no se realizan los estudios clínicos necesarios para validar o falsar estas primeras impresiones. En este sentido son muy interesantes las investigaciones sobre el efecto anti cancerígeno que se realizan en la SEIC (Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides www.seic.es).
También aprendí que el cannabis es una planta con muchos tipos y subtipos, que contienen más de 100 cannabinoides a los que hay que sumar terpenos, flavonoides... Si se consume cannabis como medicina es imprescindible conocer la concentración de los distintos cannabinoides, especialmente de THC (tetrahidrocannabinol) y de CBD (cannabidiol) porque tienen efectos que pueden ser complementarios o no, para los síntomas a tratar.
Los cannabinoides son substancias muy seguras en el contexto de sus aplicaciones clínicas, pero no son una panacea, su uso médico está condicionado por los efectos psico-activos no deseados, producidos por el THC en altas concentraciones, aunque sean transitorios, algo que no ocurre con el CBD, cuya presencia logra disminuir los efectos no deseados del THC.
Otro aprendizaje ha sido descubrir que esta planta puede almacenar tóxicos en cantidades significativas y que deben ser analizados tanto en la planta como en sus derivados para evitar efectos indeseables. Provenientes de la tierra de cultivo podemos encontrar metales pesados y provenientes del sistema de cultivo y de la manipulación posterior podemos encontrar restos de abonos o pesticidas y/o microorganismos patógenos. Como consecuencia resulta imprescindible tener confianza en quien suministra la planta o sus derivados, exigiendo que pueda demostrar mediante analíticas fiables las concentraciones de los distintos fitocannabinoides y la ausencia de contaminantes peligrosos. Aquí tengo que hacer un elogio al auto-cultivo, sea individual, sea compartido, practicado por usuarios con experiencia y responsabilidad y lejos de intereses puramente económicos.
En las encuestas realizadas durante los años 2011 a 2016 el 57% de los consultantes buscaba aliviar su dolor crónico, el 12% deseaba aliviar sus náuseas y vómitos secundarios a un tratamiento con quimioterapia o inmunoterapia, el 12% para recuperar las ganas y el gusto por comer, el 7% para tratar los síntomas derivados de su Esclerosis Múltiple y un 12% para mitigar molestias derivadas de otras patologías (psoriasis, colitis ulcerosa, epilepsia...). En cuanto a las edades oscilan entre los 20 y los 84 años, la mayoría entre los 40 y los 60, el 53% eran de sexo masculino y el 47% del sexo femenino. La experiencia previa en el uso del cannabis era ocasional en el 35%, habitual en el 31% y ninguna en el 34%.
Entre las personas entrevistadas pocas conocían otras formas de consumir la marihuana que no fuera la fumada en forma de "porro", con o sin tabaco, pero esta no es una forma de uso recomendable debido a su inevitable mala combustión que crea subproductos nocivos, entre los que se pueden citar: partículas sólidas derivadas del papel, del tabaco y de la misma hierba, los hidrocarburos aromáticos policíclicos, los gases como el óxido nítrico, monóxido de carbono... Todos estos subproductos pueden, si la dosis es alta, irritar la mucosa bucal, la de la garganta y la de las vías respiratorias. Además, cuando se fuma cannabis se pierde entre el 60% y el 70% de cannabinoides en el humo no absorbido. Desde hace unos pocos años han aparecido los vaporizadores de cannabis. Hay una gran oferta de aparatos pero pocos son fiables. En la buena vaporización todos los cannabinoides están disponibles sin ninguna toxina de las que se producen fumando y proporciona una experiencia limpia de noxas y rica en cannabinoides. Además el vapor del cannabis no contiene derivados del alquitrán y por ende no queda en el ambiente ni se pega a la ropa.
Estudios fiables sobre la vaporización explican que los distintos cannabinoides tienen distintas temperaturas de vaporización. Cuando queremos el efecto sedante debe vaporizarse a 190º/200ºC para obtener los cannabinoides más relajantes. Para obtener efectos psico-activos basta hacerlo a 150º/160ºC. Es un lujo del consumo hidratar el vapor hasta los 50º/60ºC consiguiendo evitar la sequedad de mucosas.
Otras formas de consumir los fitocannabinoides son las infusiones en leche o la disolución en mantequilla para hacer galletas, pasteles... las tinturas alcohólicas, los aceites, las cremas de aplicación local... El tiempo de absorción vía oral es mucho más lento que por vía respiratoria y depende de variables como la comida concomitante, el buen funcionamiento del sistema digestivo...
Para tratar algunas enfermedades y síntomas patológicos de forma eficaz tales como algunas epilepsias, la colitis ulcerosa, el dolor crónico intenso... se suelen usar aceites con alta concentración en CBD y poca en THC, obtenidos con aparatos y técnicas de laboratorio sofisticados que encarecen los productos de forma casi prohibitiva para las economías modestas. No sería de extrañar que el ahorro en otros medicamentos hiciera rentable el uso de los aceites de cannabinoides por parte de la sanidad pública si sus médicos supieran recetarlos adecuadamente.
Los usuarios de cannabis que he conocido pueden hacerlo con tres finalidades: el uso recreativo, el uso medicinal y el uso de mantenimiento para su bienestar cotidiano. El primero se trata de un uso ocasional donde el cannabinoide preferido es el THC que provoca una distorsión del tiempo, del espacio, aumenta la sensibilidad y percepción de los sonidos, de los olores, del tacto y de la visión, especialmente de la intensidad de los colores. Surte un efecto embriagante. Todo lo citado es lo que gusta a ciertas personas y disgusta a otras. También puede aumentar la creatividad en actividades artísticas y facilitar la introspección. Algunos psico-nautas aprecian mucho su capacidad de acompañar en un viaje producido por sustancias enteogénicas. El uso recreativo o lúdico se circunscribe en un tiempo claramente limitado: un fin de semana, una noche, un encuentro amoroso... y no presenta complicaciones si se usa con conocimiento, ni tan siquiera se presenta el síndrome de abstinencia. Este síndrome se presenta en las personas que consumen sin pausa, cada día, durante meses y que bruscamente dejan de consumir. Consiste en un aumento de la irritabilidad, de la ansiedad e incluso en una cierta depresión que desaparecen en pocos días. A la marihuana se le atribuye una abstinencia suave si se compara con el tabaco, el alcohol u otras sustancias.
Lo que llamo uso de mantenimiento para el bienestar cotidiano consiste en consumir diariamente cannabis, en pequeñas cantidades, no para gozar de un día especial sino para relajarse al terminar o al empezar el día normal o para aguantar una reunión conflictiva... Se trata de conseguir un bienestar sin buscar otro efecto que una suave relajación física o/y mental que apacigüe la ansiedad que puede producir el enfrentarse a ciertas situaciones estresantes del pasado o del presente. En este tipo de consumo hay que conocer el efecto tolerancia que consiste en necesitar, con el tiempo, dosis mayores para obtener los mismos efectos, esto está demostrado para el THC pero no se produce con el CBD. Para paliar este efecto es aconsejable pasar por periodos de no consumo y cambiar las variedades utilizadas. De la misma manera que la música no existiría sin silencios, los efectos beneficiosos del uso del cannabis de mantenimiento se potencian con periodos de abstinencia.
En cuanto al uso medicinal hay que tener en cuenta que la farmacología dentro de la medicina oficial ha ido evolucionando hacia una ciencia que mide, acota, estudia con análisis estadísticos rigurosos, realiza ensayos clínicos y establece protocolos. Analiza los fenómenos que estudia con lógica y propone experimentaciones para validar o falsar sus hipótesis, es decir realiza un empirismo fenomenológico pro-experimental. Resulta muy decepcionante que en caso del cannabis esta labor se realice escrupulosamente en laboratorio, con animales de experimentación y con tejidos humanos pero que luego no se puedan seguir realizando estudios clínicos con seres humanos con el mismo rigor, debido a los prejuicios de las autoridades competentes (¿incompetentes?) y a pesar de las evidencias científicas conseguidas en las investigaciones de laboratorio. En este sentido cabe destacar la enorme labor de la SEIC mencionada anteriormente y de ICEERS, fundación ligada al estudio etnobotánico y sociocultural de plantas con usos medicinales (www.iceers.org).
Es frecuente que se hable de cannabis terapéutico como sinónimo de cannabis medicinal, pero si consideramos el significado etimológico de la palabra terapéutica vemos que proviene del griego therapeutikós con el significado de: el arte de cuidar, de acompañar, de facilitar el bienestar a quien lo solicita. Atendiendo al significado etimológico los tres usos: el recreativo, el de mantenimiento y el medicinal pueden ser terapéuticos si se hace un buen uso de la planta, que consiste en:
- no presentar contra-indicaciones tales como arritmia cardíaca, enfermedades mentales graves, consumo de sustancias o medicamentos incompatibles..., ser menor de edad...
- usar una planta o subproducto de calidad contrastada, conociendo su concentración en cannabinoides. Evitar el llamado mercado negro,
- ajustar las dosis a las necesidades que se quiera obtener en cada ocasión,
- una inteligente elección del lugar y de la compañía para consumirla.
Si el uso va a ser medicinal es muy recomendable informar al médico o terapeuta habitual para que pueda interpretar correctamente el curso clínico del paciente.
Existen muchos prejuicios contra esta planta. Son producto de la ignorancia o, lo que es peor, del desprecio hacia lo que se ignora. Actualmente no procede discutir el uso de cannabis con personas que no saben o no quieren saber que es el Sistema Endocannabinoide y sus funciones en el organismo humano. Algunos profesores considerados ilustres pontifican sobre la inutilidad de la terapia herbal con marihuana porque están al servicio de los intereses económicos de las grandes empresas farmacéuticas, despreciando los beneficios comprobados del buen uso de esta planta con un historial terapéutico-medicinal milenario y bien documentado.
Una última reflexión será la necesidad de revisar el concepto de adicción. En algunos medios se ha asimilado la adicción a enfermedad y esto es un grave error. La adicción es buena si no daña a quien la tiene, es tan real como la fuerza de la gravedad. Es un ejercicio de libertad personal. Nuestro paso por este mundo es impensable e insoportable sin adicciones. Únicamente los muertos no tienen adicciones. Lo que sí hace falta es saber gestionarlas. ¿Quién no reconoce que es adicto a algunos alimentos? Pan, chocolate, vino, azúcar... o a ciertas actividades: escuchar música, el sexo, el trabajo, ganar dinero, el deporte... o a ciertos sentimientos: el amor, la amistad, la fama, la vanidad...
Quien dice no ser adicto a nada es un farsante, un hipócrita, un ignorante o un "zombi". Está claro que al igual que un coche no es peligroso y el peligro está en el conductor que por imprudencia o por ignorancia puede convertir el uso del coche en un infierno para él y para los demás, pues de la misma forma el cannabis si sabe usarse no representa nada malo y la mejor manera de conseguir un buen uso de esta planta es el conocimiento, la cultura, nunca la prohibición que tanto gusta a muchas mentalidades anacrónicas y escleróticas.