Por Luis David Suarez Rodriguez
Médico egresado de la UNAM con Especialidad Médica en Acupuntura y
Fitoterapia y Medicina de Regulación Fisiológica.
Es miembro de varias asociaciones científicas nacionales e internacionales de medicina funcional y ozonoterapia. Lleva más de 12 años ejerciendo la medicina funcional, y desde hace 8 años trabaja con cannabis medicinal en su práctica privada. Desde 2015 es miembro de la International Asociation of Cannabinoid Medicines (IACM). Desde 2018 junto con otros profesionales de la salud funda la Asociación Mexicana de Medicina Cannabinoide (AMMCann AC), que es una institución sin fines de lucro cuyos objetivos son la educación de los médicos y otros profesionales de la salud en el correcto uso de la medicina cannabinoide en México. Actualmente es su Presidente.
Especialista en Endocannabinología egresado del DIECC de la Universidad
Nacional de Rosario, Argentina. Es coordinador académico del primer Diplomado Internacional de Endocannabinología por el PUIS-UNAM.
Es autor de varios artículos científicos de medicina funcional y medicina basada en Cannabinoides e imparte cursos y conferencias sobre estos temas en foros nacionales e internacionales.
Experiencia de Cannabis de Uso Medicinal en México.
«No intentes entender a México desde la razón,
tendrás más suerte desde lo absurdo,
México es el país más surrealista del mundo»
- André Bretón, 1938
Así, surrealista, ha sido el tratar de tener una práctica de Cannabis de Uso Medicinal en México. Va un poco de contexto para explicarlo:
Desde el 12 de enero de 2021 se aprobó el Reglamento del Uso Medicinal del Cannabis en México, en donde se norman todas las actividades relacionadas con el uso de esta planta en el contexto terapéutico. En teoría, se regulan los cannabinoides desde la semilla hasta el anaquel de la farmacia, pasando por la extracción y producción de medicamentos herbolarios (en nuestro reglamento supuestamente no se permiten suplementos alimenticios con cannabinoides); se incluyen la distribución, almacenaje, comercialización e incluso la destrucción de los saldos; en nuestro reglamento también se permite la importación de productos registrados de otras latitudes... en la letra es un reglamento avanzado y novedoso, pero la verdad es que su aplicación efectiva aún está muy lejos de ser una realidad. Es, hasta ahora, básicamente letra muerta.
En primer lugar, el reglamento publicado no se aplica en su totalidad, dado que aunque se han otorgado algunas licencias para la elaboración de fórmulas magistrales y en el reglamento se contempla la posibilidad de usar en ellas THC (tetrahidrocannabinol), ninguno de los licenciatarios han logrado importar legalmente THC y comercializarlo. Tampoco hay ningún producto registrado que contenga THC, y a más de dos años de haberse emitido el reglamento, tan solo tenemos dos marcas de CBD aislado con registro.
A manera de ejemplo, en un ejercicio estadístico, durante el año 2022 yo prescribí cannabinoides a más de 400 pacientes. El sesenta por ciento de estas recetas no pueden surtirse legalmente en México puesto que contienen THC. Entonces el paciente tiene que recurrir al mercado ilícito, en donde abundan los productos registrados como "suplementos alimenticios" gracias a una laguna legal del reglamento (abonando al surrealismo: son productos legales pero que no cumplen con el reglamento de cannabis de uso medicinal), y como es común en los lugares en donde no se ha regulado el uso médico, muchos de estos productos no contienen la concentración ni el tipo de cannabinoides que se menciona en la etiqueta, ni tienen garantías de su seguridad ni de estar libres de pesticidas y metales pesados, etc. Muchos de estos productos provienen del mercado norteamericano, con la surrealista inversión del flujo: antes la marihuana ilegal mexicana encontraba formas de llegar a los consumidores americanos, hoy los productos de cannabis medicinal y los destinados al mercado de uso adulto en USA encuentran la forma de llegar a los consumidores mexicanos.
Cabe mencionar que esta dilación en el registro y comercialización se debe a que nuestro gobierno no ha logrado armonizar las diferentes ordenanzas legales necesarias: no existe, por ejemplo, una categoría arancelaria para importar los cannabinoides. Entonces, si uno hace todo el proceso de acuerdo al reglamento y somete una solicitud de importación, a través de una empresa con licencia y todo legal, resulta que la solicitud de importación no se aprueba porque la autoridad no sabe cuál es el arancel que debe cobrar por esta operación. Esto nos deja tanto a pacientes como médicos en una ambigüedad que no ayuda en nada a reducir el estigma que el uso de cannabis tiene en estas tierras.
Recordemos que tristemente México se ha hecho célebre en el contexto internacional por ser productora de estupefacientes y cuna de famosos narcotraficantes como Rafael Caro Quintero o el Chapo Guzmán, por lo que en el imaginario colectivo nacional la cannabis sigue siendo vista en primer lugar como una droga de abuso, culpable en parte de la violencia asociada al tráfico ilícito, con todas las consecuencias sociales que vivimos: inseguridad, corrupción e impunidad.
De hecho, y acorde con nuestro surrealismo, la regulación del uso adulto del cannabis también es ambigua y esto complica enormemente el escenario. A pesar de que se avanzó en generar una jurisprudencia que reconoce el derecho de cualquier persona para usar la cannabis en el contexto del "libre desarrollo de la personalidad" y que de facto se han otorgado permisos para el autocultivo, al no haberse logrado el consenso entre los diferentes actores políticos para generar un marco regulatorio claro que contemple el uso adulto e industrial de la cannabis, no tenemos entonces una ley que norme estos usos, y como ya mencioné anteriormente, nuestra porosa frontera norte hoy permite el paso de los productos con cannabinoides tanto de uso adulto como los extractos destinados al uso medicinal en los Estados Unidos, en donde la regulación de ambos usos está en función del mercado.
Consecuencia: si se sabe dónde buscar, en México se consiguen cartuchos de aceite para vaporizador con más del 90% de THC que se venden en los dispensarios de California y Colorado, mientras que una simple fórmula magistral con 100 mg de THC y 1000 mg de CBD es imposible conseguirla legalmente, pero en el mercado negro podemos adquirir productos de espectro completo con hasta el 1% de THC (declarado en la etiqueta) que se venden en USA o Canadá. Se vale sentirse confundido al leer esto: así estamos en México los médicos, pacientes y empresarios que buscamos por años tener un contexto regulado para el uso correcto al de esta planta.
En mi caso, yo entré al fascinante mundo del Cannabis de Uso Medicinal gracias a mis pacientes: con una práctica clínica privada de Medicina Funcional en la Riviera Maya, no tardaron en llegar pacientes extranjeros, por lo general canadienses o norteamericanos, que ya venían con una prescripción de cannabis desde su país de origen. Por lo general preguntaban si no habría interacciones entre la cannabis que ya consumían y algunos tratamientos de herbolaria china, suplementos y nutrabióticos que solemos prescribir. Yo guardaba silencio y después de unos segundos contestaba con la única respuesta posible: la honestidad de la ignorancia -la verdad es que no lo sé. Déjeme investigar. Le prometo que a la próxima consulta le tengo la respuesta.-
Yo por ese entonces conocía la cannabis como la conoció en su momento cualquier estudiante en el campus de Ciudad Universitaria, mi alma máter, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): en forma de un porro o cigarrillo de mariguana, por lo general compartido en los amplios jardines y espacios abiertos de este recinto, después de clases y entre muchas risas. En las clases, formalmente, sólo revisamos lo que se nos enseñaba en la clase de toxicología dentro de la materia de farmacología en el segundo año de la carrera, y algunas menciones sobre trastornos asociados a la cannabis cuando rotamos por psiquiatría en el contexto de la clínica de adicciones. Y nada más. Del sistema endocannabinoide (SEC) no hablamos nunca, desafortunadamente. Del uso de la cannabis en un contexto terapéutico, mucho menos.
Poder responder a las necesidades y preguntas de los pacientes fue lo que me llevó a mí a estudiar acerca del sistema endocannabinoide y sus posibilidades terapéuticas. Afortunadamente para mis pacientes, la comunidad de los expertos internacionales en Cannabis de Uso Medicinal es bastante generosa con sus conocimientos y además es accesible (o al menos lo era) a través de los congresos de la IACM (International Association for Cannabinoid Medicines), y vincularme con ellos me permitió seguir aprendiendo sobre esta planta. En el 2018, junto con otros profesionales científicos fundamos la Asociación Mexicana de Medicina Cannabinoide AC y nos dimos a la tarea de compartir los conocimientos sobre el SEC y la cannabis con otros médicos y pacientes mexicanos, y poco a poco nos hemos colado a muchos foros de asociaciones médicas, en donde nuestros colegas hoy ya muestran una actitud más abierta a los usos médicos de la cannabis.
Esto sí que ha cambiado, y al menos en México, la percepción sobre el uso médico de la planta es ahora mucho más favorable que hace dos años, cuando se publicó el reglamento. Hoy, más del 80% de los mexicanos están de acuerdo con el uso médico de la cannabis e incluso muchos de nuestros colegas especialistas (oncólogos y neurólogos principalmente) ya nos refieren pacientes para que seamos los especialistas en endocannabinología los que iniciemos y llevemos el tratamiento. Hoy hay en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), un diplomado internacional, con un programa de más de 220 horas de alta exigencia académica para formar profesionales científicos. Hay varias asociaciones médicas y de pacientes aportando su granito de arena y buscando ampliar el conocimiento sobre esta planta y sus aplicaciones. Hay una industria lista para arrancar, con todas las de la ley. Hay un marco regulatorio. Lo que nos sigue haciendo falta es la voluntad política de nuestros representantes populares y de los funcionarios de gobierno para avanzar en este tema. Nuestro surrealismo idiosincrático en el tema de la regulación de la cannabis tiene el potencial de convertirse en una tormenta perfecta en contra de la salud pública. Y para variar, ya vamos tarde, con deudas hacia los pacientes y hacia los médicos y hacia los empresarios que han apostado por la legalidad y las buenas prácticas. Si nuestro gobierno no se pone las pilas y avanza en la armonización de reglamentos, si no se ejerce la regulación, seguiremos por omisión construyendo el mercado ilícito más fuerte del mundo.
En conclusión, la regulación del uso medicinal y adulto de la cannabis en México sigue siendo un tema complejo y lleno de ambigüedades. A pesar de que se ha avanzado en la regulación del uso medicinal, aún hay muchos obstáculos por superar para garantizar una práctica médica segura y efectiva. Es necesario que las autoridades reguladoras trabajen en conjunto con los profesionales médicos y la industria de la cannabis para establecer un marco regulatorio claro y efectivo que permita el acceso seguro y legal a productos de cannabis medicinal y adulto.