Por Luis F. Callado
Doctor en Medicina y Cirugía. Profesor Agregado de Farmacología en la UPV/EHU. Responsable del Máster en "Farmacología. Desarrollo, Evaluación y Utilización racional de medicamentos". Ejerce su actividad investigadora en el campo de la Neuropsicofarmacología. Ha trabajado como Investigador en la Universidad de Oxford y en el Royal London Hospital. Es autor de más de 100 artículos en revistas científicas internacionales indexadas en el SCI, dos centenares de comunicaciones a Congreso y diversos capítulos de libro. Es también investigador adscrito al CIBER en Salud Mental.
Los cannabinoides sintéticos son un grupo heterogéneo de sustancias que fueron originalmente diseñadas y desarrolladas por investigadores científicos en Universidades y compañías farmacéuticas para facilitar el estudio del sistema cannabinoide endógeno o como potenciales herramientas terapéuticas.
En general, los compuestos iniciales trataban de imitar la estructura química del Δ9-THC para intentar reproducir los efectos fisiológicos del cannabis natural. Sin embargo, hay que dejar claro que estas sustancias no son marihuana ni cannabis, y que tampoco son sustancias naturales. Además, el potencial consumidor debe saber que normalmente son mucho más potentes que el cannabis natural o sus derivados, dado que se unen con mayor afinidad a los receptores cannabinoides cerebrales, y además son capaces de activar otros receptores sobre los que no actúan los componentes naturales de la planta. El efecto de estos compuestos suele aparecer más rápidamente que si se consume cannabis natural, aunque en algunos casos su duración es menor. Tanto el comienzo de los efectos como su duración dependerán habitualmente de la vía de administración, que en el caso de los cannabinoides sintéticos suele ser fumada, inhalada o por vía oral.
A principios del siglo XXI diferentes mafias de la droga utilizaron la información científica publicada sobre estos compuestos para sintetizarlos en laboratorios clandestinos e introducirlos en el mercado negro como alternativas "legales" o "seguras" al cannabis. Una vez sintetizados, los cannabinoides sintéticos son disueltos en etanol o acetona y pulverizados con un spray sobre una mezcla de plantas secas para ser comercializados falsamente como incienso o productos herbales. También pueden ser vendidos en forma líquida para ser vaporizados e inhalados en cigarrillos electrónicos y otros aparatos (inciensos líquidos). Estos cannabinoides sintéticos se venden en internet a través de diferentes páginas web, o en determinadas tiendas especializadas, bajo una variedad de nombres comerciales como "Spice", "Black Mamba", "Joker" o "K2". Estos productos son habitualmente etiquetados con una advertencia de que no son "para consumo humano" como salvaguarda legal, aunque tanto quien los vende como quien los compra saben muy bien que van a ser consumidos por personas. Las etiquetas también dicen frecuentemente que estos productos contienen materiales "naturales" tomados de una variedad de plantas. Sin embargo, la única parte de los mismos que es natural es la mezcla de plantas secas a la que han sido añadidos. Los diferentes compuestos químicos incluidos en cada producto, así como sus concentraciones son tan variables entre las diferentes presentaciones que los efectos finales en el consumidor son impredecibles. En muchos casos un solo producto puede contener una mezcla de tres o cuatro cannabinoides sintéticos distintos, o incluso pueden aparecer también mezclados con otro tipo de sustancias psicoactivas como mefedrona, metanfetamina o piperacinas. Además, el proceso de fabricación clandestino de estos productos puede acarrear una distribución desigual de las sustancias sintéticas dentro de la mezcla de hierbas. Por ello, algunos productos pueden tener partes en las que el cannabinoide sintético esté mucho más concentrado, de modo que las dosis son mayores de lo previsto y existe un mayor riesgo de aparición de efectos adversos graves.
El éxito de estos compuestos y la extensión de su consumo en los últimos años se ha debido a varias razones, entre ellas su comercialización "alegal" aprovechando los vacíos legales existentes en las diferentes legislaciones de cada país, su obtención a precios más baratos que el propio cannabis natural, su percepción errónea entre los consumidores como sustancias seguras o incluso medicinales, el hecho de que se puedan obtener fácilmente a través de internet, y la dificultad en ser detectados en análisis de rutina. A pesar de ello, la aparición en los últimos años de cientos de casos de intoxicaciones graves, e incluso decenas de muertes, asociadas al consumo de estas sustancias ha hecho que a nivel europeo y mundial se hayan puesto en marcha iniciativas legislativas que han concluido con la inclusión de varios cannabinoides sintéticos en la lista de sustancias prohibidas. Sin embargo, el número elevado de cannabinoides sintéticos, su diversidad química y su velocidad de aparición hacen que la detección, el control y la respuesta a este grupo de compuestos sean retos particularmente difíciles. Así, cuando un cannabinoide sintético es, o está a punto de ser, controlado legalmente, los fabricantes tienen una o varias sustancias de sustitución preparadas para salir a la venta. Como ejemplo, el Sistema de Alerta Temprana de la Unión Europea ha detectado 160 cannabinoides sintéticos distintos entre 2008 y 2015.
Los cannabinoides sintéticos se unen a los receptores cannabinoides CB1 y CB2 con un variado grado de afinidades y en la mayoría de los casos activan estos receptores. Así, estos compuestos producen efectos similares a los del Δ9-THC, aunque entre 2 y 100 veces más potentes. Por ello, en muchos casos pueden desencadenar intoxicaciones agudas que pueden poner en peligro la vida del consumidor. En este sentido, se ha demostrado que el riesgo de necesitar un tratamiento médico de urgencia es entre 14 y 30 veces superior tras el consumo de cannabinoides sintéticos que si se consume cannabis natural. Una reciente encuesta on-line entre consumidores de cannabinoides sintéticos mostró que el 2.5% había requerido en el último año un tratamiento de urgencia relacionado con los efectos adversos del consumo de estas sustancias. Así, la necesidad de asistencia médica se triplica con los cannabinoides sintéticos respecto al cannabis o a otras drogas como la cocaína, la ketamina o el alcohol. Además, en algunos casos el metabolismo de estos nuevos cannabinoides sintéticos es capaz de originar metabolitos activos que conservan el efecto activador sobre los receptores cannabinoides CB1 lo que puede alargar la duración de sus efectos y aumentar el riesgo de intoxicación.
En general, la persona consumidora de cannabinoides sintéticos busca unos efectos similares a los producidos por el cannabis natural, principalmente una cierta sensación de euforia, estimulación, hilaridad o un estado de ligera relajación. Sin embargo, junto a estos efectos en la mayoría de los casos pueden aparecer también efectos secundarios de tipo cardiovascular, gastrointestinal, neurológico o incluso alteraciones psiquiátricas. En los casos documentados de intoxicación por cannabinoides sintéticos se ha descrito la aparición de numerosos signos y síntomas que incluyen: náuseas, vómitos, dificultades respiratorias, hipertensión, taquicardia, hipertermia, nefrotoxicidad, isquemia cerebral aguda, convulsiones, ansiedad, agitación y episodios psicóticos.
Otra de las características más llamativas de los cannabinoides sintéticos es su capacidad de causar brotes de intoxicaciones masivas. En ocasiones se trata de cientos de personas afectadas durante un breve periodo, y ha supuesto un problema importante en los últimos años en diversos países. Por ejemplo, en 2014, el cannabinoide sintético MDMB-FUBINACA provocó en Rusia durante un periodo de dos semanas más de 600 intoxicaciones, de las que 15 personas fallecieron. En 2016, se describió también un "estallido Zombi" causado por el cannabinoide sintético AMB-FUBINACA en Nueva York. Los afectados presentaban una grave alteración de su estado mental con un comportamiento errático que fue definido por los testigos como similar al de un Zombi. Esta intoxicación masiva afectó a 33 personas de las que 18 tuvieron que ser evacuadas al hospital. Un metabolito de este cannabinoide sintético pudo ser identificado en las muestras de 8 de los pacientes, pero 11 días después de la intoxicación.
El manejo clínico de la intoxicación por cannabinoides sintéticos es principalmente sintomático, requiriendo un soporte vital básico con la administración de sueros intravenosos y en algunos casos benzodiacepinas. La composición cambiante de los productos que se venden como cannabinoides sintéticos, así como la falta de pruebas toxicológicas de rutina que puedan determinar con exactitud y de manera rápida la identidad del compuesto o compuestos consumidos, dificulta sobremanera el correcto diagnóstico de este tipo de intoxicaciones, así como su tratamiento. Dentro de este contexto, uno de los principales problemas asociados a la intoxicación por estos compuestos es que no son detectados por los métodos de screening habituales utilizados en hospitales y centros de salud. Por ello se requiere la utilización de métodos de detección más complejos, como cromatografía de gases o espectrometría de masas, que pueden retrasar incluso varios días la identificación del compuesto concreto causante de la intoxicación. En general el periodo de detección en sangre o fluidos orales de los distintos cannabinoides sintéticos varía entre 12-48 horas, mientras que en muestras de orina pueden aparecer hasta 72 horas después del consumo.
El consumo de cannabinoides sintéticos puede también producir comportamientos adictivos e interaccionar con otras drogas de abuso aumentando el riesgo de intoxicaciones y la gravedad de las mismas. En este sentido, se ha descrito la existencia de un síndrome de abstinencia en consumidores habituales de cannabinoides sintéticos, que aparece rápidamente tras el cese del consumo y que ha sido asociado con la aparición de síntomas graves tales como dificultad para respirar, convulsiones o complicaciones cardiovasculares severas.
También existen varios estudios científicos que han alertado sobre las consecuencias que el consumo de cannabinoides sintéticos puede suponer para la conducción. Así, se ha demostrado que las personas que conducían bajo los efectos de un cannabinoide sintéticos presentaban una menor coordinación motora, un mayor tiempo de reacción y en muchos casos una mayor agresividad al volante. Todo ello provoca un aumento importante del riesgo de sufrir un accidente de tráfico.
En conclusión, merece la pena recalcar que los distintos cannabinoides sintéticos son sustancias potencialmente peligrosas dado que son mucho más potentes que el cannabis natural, y en la mayoría de los casos se desconoce cuáles pueden ser sus efectos tóxicos en humanos.
Bibliografía:
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